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jueves, 22 de septiembre de 2011

Si me dan a elegir, elijo sin duda la amistad. Es el sentimiento más sincero y puro que conozco. El amor es egoísta, posesivo, excluyente. Los únicos amores bonitos son los que van unidos a la amistad, y lo único que tienen de bonitos es la amistad a la que van unidos.
Supongo que será difícil definir lo que es el amor. Yo lo veo como una mezcla de atracción y deseo de posesión, que a veces va asociado a una entrega absoluta y enfermiza, que no lleva a nada bueno. El altruismo, el querer lo mejor para el otro y todo eso pertenecen a la amistad.
Uno no necesita ser el mejor amigo de su mejor amigo para sentirse completamente feliz. Sin embargo, en el amor, no puedes estar tranquilo hasta que no eres la persona a la que más ama aquella a la que tú más amas.
Incluso, cuando esto ocurre, vives con el miedo a que deje de ser así. Es absurdo. El amor es un sentimiento absurdo, caprichoso, irracional y egoísta. La amistad no es tan azarosa. Para ganarte la amistad de alguien suele bastar con ofrecer la tuya y, si no es suficiente, es porque o bien esa persona tiene poderosos motivos para no dártela, o bien esa persona no merece tu amistad. Pero el amor no. El amor es una lotería.
La amistad es serena, racional, segura y duradera. Sin embargo el amor siempre pende de un hilo. Es frágil y evasivo cuando lo buscas, pero violento, dañino y persistente cuando lo huyes.
El mejor amigo de mi mejor amigo no soy yo, y esto no me incomoda en absoluto. Me llevo muy bien con él. Más aún: El mejor amigo de mi mejor amigo es uno de mis mejores amigos. Una cosa así no podría pasar en el amor. La amistad es menos caprichosa, más racional, menos azarosa.